Eyvi era como tú, como yo y como miles de peruanas, una mujer que sufrió acoso. Su acosador no era un desconocido, era su compañero de trabajo, compartía con ella varias horas al día, la conocía. Él contó que Eyvi ‘’utilizaba su belleza para manipularlo’’. ¿Te suena familiar? 

A muchas de nosotras, sin importar si estamos en el estándar de belleza impuesto, nos han acosado, perseguido, golpeado y matado por no acceder a los deseos de un varón, que se siente en poder de nuestra libertad, de nuestra vida.

La sociedad ha disfrazado el acoso, poniéndole diferentes nombres: piropo, galantería, caballerosidad, romance, amor. <<Si te molesta tanto, es porque está realmente interesado en ti>>. Pero el interés no es hacia tu bienestar, es hacia tu vida, a controlarla hasta que no sea tuya, o hasta que no exista. Como le sucedió a Eyvi.

El Estado ha preferido mirar a otro lado, creer que el ataque a Eyvi es un caso aislado, que es un problema de salud mental. Que Carlos Hualpa estaba loco y actuaba sin pensar. Pero lo que omiten es que este feminicida planeó su ataque, confesó que ‘’solo quería desfigurar el rostro de Eyvi, porque ella no le hacía caso’’. El Estado no declaró una alerta nacional por los feminicidios que suceden cada 72 horas, ni lo hará porque Eyvi acaba de fallecer.

A Eyvi no solo la mató Carlos Hualpa, la mató el Estado que no gobierna a favor de la vida de las mujeres, la mató la sociedad que tilda de exageradas a las mujeres que se atreven a levantar la voz, la misma que encubre, refuerza y celebra el machismo. A Eyvi la mató la indiferencia de todos los que son cómplices del acoso y de las muchas formas de violencia machista.

No basta con que salgamos a dejarle flores en la puerta del hospital, si cada una no genera redes de solidaridad con otras mujeres para protegernos. Nosotras no podemos cambiar de la noche a la mañana al Estado, ni a la sociedad. Pero, sí podemos cambiar nuestra vida, nuestro cotidiano. Estar alertas, denunciar, creernos y confiar en nosotras. Y si somos varones, cuestionar cada acción nuestra, cuestionar qué nos hace varones (¿oprimir y violentar?). Entender la posición que solo por ser varón tienen en esta sociedad. Las grandes revoluciones son de adentro hacia afuera, la revolución que necesitamos ahora es para salvar nuestras vidas.